lunes, 5 de agosto de 2013

Amor de caramelo.


Hay un amor de caramelo,
que brilla en tus ojos,
susurrándome un “te quiero” al oído.
Hoy doy vuelta la mirada,
y todavía estás allí.
¡Que inmensa fortuna!

Lo que no tiene juicio


¿Treinta y siete, trescientos setenta, tres mil setecientos?
¿Cuántos años hace que construimos aquel castillo?
¿Cuantas guerras pasaron?
¿Cuanta fue la locura? 
Pasión, amor, rabia y odio,
Ternura, cuidados, sacrificio. 
Partos y muerte.
Aquellas paredes lo conocieron todo. 

Veintinueve, doscientos noventa, dos mil novecientos...
y aquel castillo aún se aguantaba,
desafiando la erosión del tiempo y las tormentas
Luego pareció derrumbarse,
desaparecer en la bruma del tiempo,
lejano, distante, como aquellas cosas que no se quieren recordar.
El dolor es un mago negro que oculta todo lo que toca.
A veces nuestra crueldad es tan solo la ceguera de su hechizo. 

Hoy amaneció claro y despejado,
el sortilegio hace tiempo que caducó,
el mago ha perdido su poder.
Y hoy como ayer, aquel castillo sigue en pié,
erguido y desafiante en donde siempre estuvo.

viernes, 12 de julio de 2013

La memória y lo vivo



Recorro fotos viejas de un álbum digital, como es de suyo en estos tiempos. Fotos de castillos de otros feudalismos, de otras europas. La pantalla me muestra fósiles de un pasado reciente entre los otros fósiles del pasado lejano, mis neuronas repiten. Escarbo entre escombros con afán de explorador y me brillan los ojos cuando veo a mi "Julieta" emerger entre las ruinas, como una flor que crece en un lugar imposible, luminosa de vida entre los pedruscos muertos. Mía sí, como mío es el sol de la mañana, el pan que me alimenta, el lecho en donde yago...

"Todo se construye y se destruye,
  tan rápidamente,
  que no puedo dejar de sonreír".

domingo, 23 de junio de 2013

El viejo bar de la plaza Mercadal de Reus, junio de 2013

Despedida

Una tardecita de junio de esas para enamorarse de las plazas de pueblo en esta Catalunya profunda que aún conserva una cierta afición a lo prosaico. El sol aún alto y la mejor mesa del viejo bar que queda libre. Un rumor como de mar acompaña la brisa de una década que se fue. Por éstos adoquines me he paseado, con mis hijos, con mi mujer, con mi soledad. En estas terracitas he intentado resolver la vida y arreglar el mundo, confesarme y absolver. Quiero captar todo junto, como en una última impresión que atesore en un golpe maestro todos los momentos relevantes de estos diez largos años que han pasado desde que llegué a éste país buscando solución a un problema imposible. Me voy como llegué, con los bolsillos vacíos, me marcho rico, como nunca lo he sido. Ya no busco.
 Hay alegría. Alegría, sí. La alegría del río que fluye y se asombra en cada remanso, en cada meandro, en cada salto.